Todos hemos oído hablar de ella y todos hemos escuchado los argumentos de nuestra vocecita interna.
Ella está alojada allí, sola, intangible, reina de nuestro pensamiento y muy contundente cuando se manifiesta. Forma parte o es el eje alrededor del cual mantenemos el diálogo con nosotros mismos. Nadie escapa a esto.
Para bien o para mal, ella nos habla y es particularmente crítica. Según los especialistas del tema, pasamos alrededor de 10 horas diarias hablando con nosotros mismos. Entonces es muy importante poner atención a lo que nos decimos.
Desde pequeños estamos sujetos a escuchar de nuestros padres o figuras influyentes en nuestra formación, palabras y frases dichas con la mejor intención pero que no siempre son recibidas de la misma forma. El niño es muy directo, auténtico y percibe mejor la naturaleza o esencia de las palabras, además de tomar por cierto lo que le dicen las personas que quieren su bien.
El asunto estriba en que muchas de esas palabras traen una carga crítica excesiva y se convierten en lo que se conoce como introyectos, que son mensajes generalmente negativos que van minando nuestra autoestima y confianza, así como nuestro auto-concepto.
Los mensajes que recibimos desde pequeñitos son nuestra forma elemental de asomarnos al mundo. Si nos dicen que nos aceptan tal cual somos pues estaremos bien. Si nos dicen que para querernos o aceptarnos hemos de cumplir con ciertos patrones ya la cosa se complica, hay una condición para sentirnos queridos.
Aprendemos a funcionar desde el…”deberías”… “tendrías que”… “nunca haces nada bien”… “eres un tonto”… etc. y nos lo creemos. De allí la baja autoestima, y un errado concepto de lo que somos. Esto trae como consecuencia que nos equivoquemos y actuemos inadecuadamente.
Por fortuna, esto lo podemos poner a funcionar a nuestro favor. Podemos transformar esa visión que tenemos de nosotros en relación a lo que somos y hacemos y que tanto sufrimiento nos ocasiona.
Hacerlo es imperativo no solo para nuestra sanación y transformación sino para aprender a relacionarnos mejor con nosotros mismos, dándonos apoyo, amor y una posibilidad cierta de sentirnos adecuados. Y también de aprender a relacionarnos con el mundo externo para ser más amables, bondadosos, acertadamente indulgentes y no caer en hacer lo mismo con nuestros hijos, alumnos, amigos o familiares.
Recordemos lo que ya hemos expresado: Las palabras tienen un peso específico que las dotan de un poder inmenso. Una palabra puede sanar o destruir con la misma facilidad que se expresa. La vocecita interna puede convertir nuestros pensamientos en obsesivos, de manera que nos quedamos rumiando en ellos, lo cual nos ocasiona ansiedad y distorsiona nuestra percepción de la realidad hasta extenderse a otras áreas de nuestra vida.
Al darnos cuenta del impacto negativo de nuestro diálogo interior, el proceso de auto-reflexión se hace necesario para dar un giro a las palabras que nos decimos. Estas deben conducirnos a valorarnos en lo que somos, a darnos aliento, a destacar lo positivo de nuestro ser y de nuestras acciones. Cuando pensamos positivo la vocecita interna cambia y lo hace con las palabras adecuadas y sentimos más energía, bienestar y seguridad.
La vida es un interminable abrir, vivir y cerrar ciclos. Y si observas o te sientes atrapado en el ciclo de los pensamientos o mensajes negativos, es hora de actuar. ¿Cómo? Primero aprende a cortar el pensamiento; en lo que oigas palabras negativas en tu interior cambia de actividad, camina, pinta o haz lo que te agrade y te distraiga. Luego podrás atender tus pensamientos desde una perspectiva diferente y sin tanta ansiedad. Piensa en las oportunidades de cambiar y no en lo negativo del tema que te atormenta. Sé objetivo contigo y proponte alternativas o aconséjate con amor y comprensión. Enfócate y felicítate por tus logros y principalmente ámate, acéptate y perdónate.