En tiempos de cambio como los que estamos viendo, se requiere abordar el tema desde diferentes puntos de vista, pues estos inciden en tantas áreas de nuestra vida que van desde lo minúsculo hasta un universo infinito de posibilidades.
Lo que quiero traerte hoy es la importancia de la fuerza que imprimimos, inicialmente desde la palabra, a ese cambio que estamos buscando y de cómo alcanzarlo depende no solo de sintonizarnos internamente con aquello que nos proponemos conseguir, sino de sintonizarnos en colectivo cuando la meta va a repercutir en un bien común. En ambos casos la reflexión es válida.
Y aquí voy a referirme al poder de las imágenes mentales, al poder del verbo, al poder de la intención y de las emociones.
El poder de las imágenes que tenemos en nuestra mente llega a tener tal dimensión que produce cambios y respuestas observables en el organismo. Y estas imágenes son el resultado de la verbalización que hacemos en nuestra mente con el fin de atraer aquello que queremos.
Entonces, concentrarnos en imágenes que a su vez nos llevan a ideas nos hace ser conscientes de aquellas posibilidades en las cuales visualizarnos y entender que somos parte fundamental para que las cosas ocurran.
Entonces vemos como la realidad percibida y luego manifestada ha de estar acorde a nuestros deseos, lo cual le da congruencia a nuestra meta u objetivo. De este proceso se desprende lo que yo llamaría una suerte de escogencia que se da cuando la mente comienza a seleccionar aquella información que necesitamos para darle forma a todo aquello que es relevante para nuestro fin. Esto lo hace casi que programable, escogemos aquello que nos es favorable de modo de ir avanzando hacia nuestro objetivo y como resultado vemos que empiezan a manifestarse coincidencias o casualidades alineadas con aquella realidad en construcción.
Hablé antes del poder de la intención que no es otra cosa que un modo de observación dirigida a un fin concreto. Se trata de la energía que podemos volcar y moldear en el proceso de creación de nuestra realidad. Junto a la intención aparece en escena la emoción que ejerce una poderosa fuerza que es la que atrae aquello en que enfocamos nuestra atención y en consecuencia, surge la acción con la cual nos acercamos desde el plano físico a aquello que queremos. Estamos entonces alineados en nuestro pensamiento, emoción y acción, lo cual alimentamos además con la certeza de alcanzar nuestro objetivo, desechando los pensamientos negativos que nos presentan obstáculos y sobre todo, no aferrarnos de forma compulsiva a nuestra meta porque sería caer en un apego tóxico que impide que las cosas fluyan a su ritmo.
Si ya las visualizamos, las manifestamos y tenemos la certeza de que ellas vendrán a nuestra vida, entonces hay que ser paciente, darle la justa importancia y tal vez no descartar algún elemento sorpresa en la realización de nuestra meta. Las cosas suceden, las hacemos posibles pero siempre pueden ocurrir de un modo inesperado pero igualmente satisfactorio.